domingo, 20 de octubre de 2013

Wild West - Una aventura inolvidable (día 3)

Dia 3: Laughlin - Grand Canyon (245 millas)

Despertaba el tercer día de nuestra aventura americana a orillas del río Colorado y pronto por la mañana rugían de nuevo los motores y dejábamos atras Laughin y sus casinos. Por delante teníamos un día cargado de emociones que nos llevaría por uno de los tramos más emblemáticos de la Ruta 66.
Al poco de salir cruzábamos el Colorado y con ello cambiábamos de estado. Habíamos llegado a Arizona.
Enfilábamos nuestras monturas hacia las montañas y hacia nuestra primera parada del día en plena Ruta 66, Oatman.
Oatman es un antiguo pueblo minero abandonado en los años 50 que se ha convertido en uno de los lugares obligatorios de visita para cualquier biker que ande por la zona. Los burros salvajes bajan de la montaña a saludar a los viajeros, aunque a veces no entienden porqué no tienes comida que darles y si te descuidas te darán un buen mordisco a ver a qué sabes.

El pueblo en sí no es mas que una calle colmada de casas viejas al estilo de película del oeste, en la que cada rincón te depara una sorpresa diferente, desde la entrada a la mina, una vieja caja fuerte, un ataud a medida y por supuesto todo tipo de memorabilia en relación con la Ruta 66.



Dejamos el pueblo de Oatman para discurrir por las montañas donde se extraía el oro con una buena tanda de curvas en una carretera que se nota bastante abandonada, pero el circular por esta ruta es algo que siempre habíamos querido hacer. Allí estábamos, con nuestras harleys (por el momento eran nuestras jeje), recorriendo un trozito de la historia americana.

El terreno es árido pero con bastante más vegetación que la que tenía el desierto de Mojave. Comeríamos rodeados de nuevo de todo el sabor de la Ruta 66 en una zona un poco más transitada, en una tienda/restaurante llamada "Roadrunner", que aparte de un dibujo animado es un pájaro muy común en Arizona.


Después de un estupendo sandwich BLT (bacon-lettuce-tomato) estábamos preparados para la buena cantidad de kilómetros que nos restaban hasta nuestro destino del día a los pies del Gran Cañón del Colorado.
Muchos kilómetros donde los paisajes siguen cambiando sin dejar de ser terrenos muy muy poco poblados. Las praderas verdes junto con un cielo que de nuevo amenazaba lluvia serían nuestros compañeros durante el siguiente tramo.

Según nos íbamos acercando al destino las praderas fueron cambiando por matorral y bosque, ¿pero Arizona no era un secarral?

Un letrero nos daba la bienvenida al Parque Nacional del Cañón del Colorado, en el pueblo de Williams.
Parada para hechar gasolina y enterarnos de que en el camino que nos restaba hasta el hotel estaba granizando y lloviendo como sino hubiera mañana. En breve empezó a llover donde nosotros estábamos y decidimos esperar a ver si mejoraba. Entretanto aprovechamos para darles un lavado de cara a las motos.
Dejó de llover y reemprendimos la marcha. Aquí tendríamos nuestro segundo encuentro con la policía del lugar que paró a la última moto y le dió una notita. Nada grave que al final quedó en una anécdota más del viaje.
Nuestra ilusión de llegar a ver anochecer en el Gran Cañón no podría verse cumplida. De cualquier modo con ese tiempo no merecía la pena ni intentarlo. Disfrutamos de los últimos kilómetros, con un paisaje de ensueño, un atardecer precioso y pequeños detalles que no dejan de recordarte donde estas.
Esa noche no habría tiempo para piscina pero sí para una pequeña celebración en el parking del hotel que terminó con cena a base de pizza con todo el grupo en el hall del hotel. Muchas cervezas y muchas risas y algún que otro espirituoso. Y más cervezas que pasarían factura a alguno al día siguiente (ejem).

Continuará...
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